domingo, 15 de abril de 2012

De Najera a Santo Domingo.

Dejamos atrás Nájera y nos acercamos, poco a poco, a Azofra. Es una villa de origen árabe con una gran tradición hospitalaria. Ya en el siglo XII, contaba con un hospital y un cementerio exclusivo para los peregrinos que fallecían en el camino. Lamentablemente, no quedan restos del mismo, pero al recorrer su calle Mayor llegaremos a la iglesia y al albergue, que continúa la tradición de tratar muy bien a quien realiza el esfuerzo

A la salida de Azofra encontramos un desvío hacia los monasterios de Yuso y Suso, de los que hablaremos en posteriores artículos, y no podemos pasarlos por alto. No obstante -sobre todo si vamos en bici-, merece la pena dar el rodeo

El paisaje va cambiando y de lo que eran sólo viñedos al salir de Logroño vamos pasando al cereal y otros cultivos. Antes de llegar al 'Cerro de los Templarios', nos encontramos con un 'rollo'. ¿Y qué es un rollo? ¿Y una picota? ¿Y un crucero? Nuestra región está salpicada de muchos de ellos. Por definición, la 'picota' prevenía a quienes pensaban saltarse las normas (los metía en vereda), ya que se usaba para colgar de la soga a quienes se portaban mal. Los 'rollos', que se confunden fácilmente con picotas, destacaban los lugares con realengo. Por último, los 'cruceros' se encuentran en cruces de caminos y dan un carácter religioso al lugar, dirección o camino. Estos símbolos eran una forma de integrar cultos paganos en la fe, uno de los principales intereses de los reyes medievales para incentivar el paso de una gran cantidad de cristianos por reinos -por aquel entonces- paganos.

Tras pasar la localidad de Cirueña, donde el campo de golf y las urbanizaciones rompen el ambiente rural de la pista, nos dirigimos con paso firme hasta Santo Domingo, donde me encuentro de nuevo con mi gran amigo José Antonio Cruz, director de Entrevinos, con el que seguiré charlando sobre las bondades del Camino de Santiago. 

Son muchos los motivos para conocer esta localidad que más que ninguna otra debe su existencia al Camino. No en vano, si no es por Santo Domingo ni la ruta principal pasaría por allí ni el pueblo habría experimentado el crecimiento que tuvo tras su muerte. 

Dos paradores (uno de ellos, el antiguo hospital), la catedral con su torre de estilo «barroco riojano» separada de la misma, la plaza del Ayuntamiento, las calles medievales, los albergues, los bares y restaurantes, las fiestas de mayo, el mercado medieval y la leyenda «donde cantó la gallina después de asada» son razones suficientes que bien merecen una visita. Pero en esta ocasión nos detenemos en el Centro de Interpretación del Camino, que permite recorrer de una tacada los casi 600 kilómetros que nos separan de Santiago. 

Fuente: La Rioja.com.

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